viernes, 26 de abril de 2019

La cascada del Calichar en la obra del padre Antonio Mateo Rebolledo.


En 1864, año del establecimiento del Imperio de Maximiliano y Carlota, el canónigo Antonio Mateo Rebolledo Maldonado, cura párroco de San Geronimo Coatepec, en su obra "Apuntes históricos y geográficos de la Villa de Coatepec" hace relata la existencia de varias cascadas, gracias a los ríos como el Pixquiac y el Sordo.

Así lo dice el padre Rebolledo: 
"El Suchiapam, unido al Pisquiapam antes de llegar al Grande, forman un salto sus aguas presentando a la vista una bellísima catarata." 
Cascada de La orduña o El Grande.
Imagen compartida en Coatepec antiguo  

Esta cascada es la del El Grande que se encuentra detrás del antiguo beneficio de café. La madre de la poetisa Maria Enriqueta Camarillo, doña Dolores Roa Barcenas de Camarillo, escribiría sobre ella, llamándola "la Cascada de la Orduña".
El también menciona que en la población de El Grande, el rió se une con el río sordo, al llegar forma un pequeño salto, según Rebolledo se puede ver desde un puente.

El río toma el nombre del Grande, más abajo se forman varias cataratas, sin embargo la que sobresale en la obra del Canónigo Rebolledo es la cascada del Calichar. Llamada así el lugar por la piedra blanca regada ahí mismo. Fue visitada por varios viajeros, como el general José Ignacio Iberri en mayo de 1833, año de la primera presidencia del xalapeño, el general Antonio López de Sta Anna. Desde los cantiles por el lado del sur, fue vista por el general. Por el norte "al tercio de su bajada" fue tomada por "unos señores italianos". El más distinguido viajero en conocerla fue don Manuel Payno, escritor de Los Bandidos de río frío.

El padre Mateo se sentía asombrado de esta cascada y el hace esta descripción:

"Su vista es sorprendente; las aguas del río Grande y las del Cuitlapam que allí se juntan, caen de una altura de cerca de cien varas a una profundísima barranca, estas al precipitarse forman copos espumosos que asemejan en blancura a la nieve, parte de estas golpean sobre grandes peñascos que se han desprendido de los cantiles perpendiculares, levantado una nubecilla que cuando la hiere el sol y según su postura, da los colores del arco iris."

Por: Lic. en Historia Ulises Garcia Sánchez 

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